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La catedral medieval de Notre Dame es una de las atracciones más populares de París, con algo para todas las edades. A los niños les encantará ver las famosas gárgolas, y en el interior se pueden admirar los espectaculares rosetones.
Construida a mediados del siglo XIV, es uno de los mejores ejemplos de arquitectura gótica del mundo, y gracias a El jorobado de Notre Dame de Víctor Hugo, es una de las iglesias más reconocidas del mundo.
Cuando se trata de vidrieras impresionantes, es difícil encontrar algo más hermoso que los rosetones medievales. El enorme ventanal redondo del transepto sur tiene casi 13 metros de diámetro. Cuando el sol brilla a través de los vívidos cristales, resplandece. Luego, al girar sobre sus talones, se encuentra otra ventana igualmente especial en el transepto norte.
Los campanarios que se alzan a orillas del Sena fueron el hogar del ficticio Quasimodo. Puede comprar una entrada a la Catedral de Notre Dame que le permita acceder a estas torres, pero prepárese para subir muchas escaleras. Hay más de 400 escalones en espiral hasta la cima de la Torre Norte, pero en la cima se verá recompensado con unas vistas impresionantes de las calles de la ciudad.
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Notre Dame ha estado en la lista de deseos de casi todos los viajeros, especialmente de aquellos que sueñan con la ciudad de París, Francia. Durante mi visita a París, sabía que era una de esas atracciones que no se pueden perder; sin embargo, ¡estuve muy cerca de perdérmela!
Era la primera vez que estaba en un horario con 6 horas de diferencia. La ciudad era preciosa, aunque la lluvia no parecía querer darnos tregua. Durante nuestro cuarto día en la ciudad, estábamos agotados. Esa noche llegamos de vuelta a nuestro Airbnb, subimos los siete pisos de rigor y nos tumbamos en la cama de nuestra pequeña casa temporal.
En ese momento estuvimos tentados de dar por terminada la noche. Teníamos un tren temprano para Bélgica al día siguiente y habíamos estado caminando todo el día. Lo único importante de París que no habíamos visto era Notre Dame. Tendríamos que volver a calzarnos los zapatos mojados, bajar siete tramos de escaleras, caminar hasta el tren, y luego volver a subir ese precioso paseo de siete pisos cuando volviéramos.
Decidimos que era ahora o nunca y nos dirigimos hacia las sinuosas escaleras. Lo primero que nos llamó la atención de la catedral fue su maravillosa arquitectura. Entramos y tuvimos la suerte de ver un servicio que se estaba celebrando en ese momento. Había un sentimiento de comunidad que iba mucho más allá de una experiencia religiosa. Personas de muy diversos orígenes se habían reunido y viajado hasta aquí para apreciar un lugar verdaderamente hermoso. Una belleza arquitectónica que ha quedado grabada para siempre en el corazón de muchos.