Cristo crucificado (velázquez)

Cristo crucificado (velázquez)

Apolo en la fragua de vulcano

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El cristo crucificado

Diego Velázquez (1599 – 1660) fue un pintor español que ocupó un lugar destacado en la corte del rey Felipe IV y uno de los pintores más importantes del Siglo de Oro español. Fue un artista individualista del Barroco contemporáneo, importante como retratista. Además de numerosas representaciones de escenas de importancia histórica y cultural, pintó decenas de retratos de la familia real española, de otras figuras europeas notables y de plebeyos, que culminaron con la realización de su obra maestra Las Meninas (1656).

Cristo Crucificado es un cuadro de 1632 de Diego Velázquez que representa la Crucifixión de Jesús. La obra, pintada al óleo sobre lienzo, mide 98″ x 66″ y es propiedad del Museo del Prado. Velázquez pintó al Cristo crucificado utilizando la iconografía aceptada de la época: cuatro clavos, los pies juntos y apoyados contra un pequeño tirante de madera, en una postura clásica de contrapposto.

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Ambos brazos dibujan una sutil curva, en lugar de formar un triángulo. El paño de pureza está pintado más bien pequeño, mostrando así el cuerpo desnudo lo más posible. La cabeza muestra un halo estrecho, como si saliera de la propia figura; el rostro está posado sobre el pecho, mostrando lo justo de sus características. El pelo largo y liso, cubre gran parte del rostro, tal vez anticipando la muerte, ya infligida como lo demuestra la herida del lado derecho. Carece de las cualidades dramáticas características de la pintura barroca. La influencia de la pintura clasicista se manifiesta en la postura tranquila del cuerpo, el rostro idealizado y la cabeza inclinada. Por otra parte, la influencia del caravaggismo se aprecia en el fuerte claroscuro entre el fondo y el cuerpo, y en la fuerte y artificial iluminación sobre la cruz.

Wikipedia

Durante su estancia en Roma, Velázquez realizó varios estudios de desnudo que utilizó en cuadros posteriores, como Apolo en la fragua de Vulcano (1630) y La túnica de José (1630). Los críticos de arte afirman que el estudio de desnudo para este cuadro es excepcional y magistral en su fusión de serenidad, dignidad y nobleza. Se trata de un desnudo frontal de tamaño natural, sin el apoyo de una escena narrativa.

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Velázquez siguió la iconografía aceptada en el siglo XVII. Su maestro, Francisco Pacheco, gran defensor de la pintura clasicista, pintó el Cristo crucificado utilizando la misma iconografía que luego adoptó Velázquez: cuatro clavos, los pies juntos y apoyados en un pequeño tirante de madera, en una postura clásica de contrapposto. Los dos brazos dibujan una sutil curva, en lugar de formar un triángulo. El taparrabos está pintado más bien pequeño, mostrando así el cuerpo desnudo en la medida de lo posible. La cabeza muestra un halo estrecho, como si saliera de la propia figura; el rostro está apoyado en el pecho, mostrando lo justo de sus rasgos. El pelo largo y liso cubre gran parte del rostro, tal vez presagiando la muerte, ya infligida como muestra la herida del lado derecho. Carece de las cualidades dramáticas características de la pintura barroca.

El regreso del pródigo

Durante su estancia en Roma, Velázquez realizó varios estudios de desnudo que utilizó en cuadros posteriores, como Apolo en la fragua de Vulcano (1630) y La túnica de José (1630). Los críticos de arte afirman que el estudio de desnudo para este cuadro es excepcional y magistral en su fusión de serenidad, dignidad y nobleza. Se trata de un desnudo frontal de tamaño natural, sin el apoyo de una escena narrativa.

Velázquez siguió la iconografía aceptada en el siglo XVII. Su maestro, Francisco Pacheco, gran defensor de la pintura clasicista, pintó el Cristo crucificado utilizando la misma iconografía que luego adoptó Velázquez: cuatro clavos, los pies juntos y apoyados en un pequeño tirante de madera, en una postura clásica de contrapposto. Los dos brazos dibujan una sutil curva, en lugar de formar un triángulo. El taparrabos está pintado más bien pequeño, mostrando así el cuerpo desnudo en la medida de lo posible. La cabeza muestra un halo estrecho, como si saliera de la propia figura; el rostro está apoyado en el pecho, mostrando lo justo de sus rasgos. El pelo largo y liso cubre gran parte del rostro, tal vez presagiando la muerte, ya infligida como muestra la herida del lado derecho. Carece de las cualidades dramáticas características de la pintura barroca.