Museo del prado bartolome bermejo
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Ilustración 2
Bartolomé de Cárdenas murió a principios del siglo XVI y, con él, se apagó su memoria y se perdió su rastro. Sólo cuando, a finales del siglo XIX y principios del XX, la pintura medieval comenzó a despertar un renovado interés, se recuperaron algunas de sus obras y se descubrió una conexión estilística entre varias de ellas. Comenzaron a surgir estudios, catálogos, artículos y, también, reproducciones. Una de las más celebradas fue la que Edmond Dyer realizó del San Miguel triunfante, por encargo de José Saavedra y Salamanca, II Marqués de Viana, para su palacio de Córdoba (en la imagen). Fue el inicio del regreso de Bermejo al lugar que nunca debió dejar de ocupar: el de uno de los mejores pintores del siglo XV.
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Molina también destacó su “virtuosismo y el extraordinario dominio de la técnica de Bermejo”, que ya se manifiesta en el San Miguel, el arcángel que representó con su manto rojo flotante y su armadura dorada con brillos y reflejos. “Como si fuera el caballero medieval Tirant lo Blanc”. Este San Miguel serpenteante está dispuesto a descargar con su espada el castigo sobre un demonio alucinado, fantástico, con cuatro ojos, dos de ellos en los pezones, que está a sus pies. Completa esta obra la figura del comitente, el comerciante Antoni Joan de Tous, que pagó la obra, retratado piadosamente, lo que no le impidió actuar como un pirata que asaltaba barcos genoveses.
Tal vez porque siempre fue observado, Bermejo mostró una personalidad problemática. “Su condición de extranjero le obligaba, siguiendo las normas del gremio, a asociarse con maestros locales para ejecutar su obra, pero en muchos casos estos artistas eran muy inferiores a él”, explica el comisario. En otros, chocaba con los que le encargaban las obras porque tenían una visión muy conservadora. “
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