Teatro de la zarzuela las golondrinas
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José mojica – golondrina mensajera
La zarzuela (pronunciación en español: [θaɾθwela]) es un género lírico-dramático español que alterna escenas habladas y cantadas, incorporando en estas últimas canciones operísticas y populares, así como danza. La etimología del nombre es incierta, pero algunos proponen que puede derivar del nombre de un pabellón de caza real, el Palacio de la Zarzuela, cerca de Madrid, donde supuestamente se presentó por primera vez este tipo de entretenimiento a la corte[1].
Existen dos formas principales de zarzuela: La zarzuela barroca (c. 1630-1750), el estilo más antiguo, y la zarzuela romántica (c. 1850-1950). Las zarzuelas románticas pueden dividirse a su vez en dos subgéneros principales, el género grande y el género chico, aunque existen otras subdivisiones.
La zarzuela se extendió por los dominios españoles, y muchos países de habla hispana -en particular Cuba- desarrollaron sus propias tradiciones. También existe una fuerte tradición en Filipinas, donde también se conoce como sarswela/sarsuela[2] Otras variantes regionales y lingüísticas en España son la zartzuela vasca y la sarsuela catalana.
Las golondrinas, final, i parte: “¡qué linda es colombina!”
La Escuela Superior de Música de Euskadi, Musikene, participa en las celebraciones del aniversario de José María Usandizaga (1887-1915) con un concierto de “Las Golondrinas”, compuesta originalmente como opereta de zarzuela y transformada en ópera por su hermano Ramón (1889-1964). El concierto contará con la participación de la Orquesta Sinfónica de Musikene, formada por alumnos del colegio, y el Orfeón Donostiarra, un coro muy vinculado al propio compositor.
“Las Golondrinas” es, en su versión original, una opereta de zarzuela inspirada en el drama “Saltimbanquis” de María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra. Se estrenó en el Circo Price de Madrid el 5 de febrero de 1914 y tuvo un gran éxito, confirmando el enorme talento del joven José María. Posteriormente se representó en Bilbao, San Sebastián, Valencia, Zaragoza, Uruguay y Argentina.
La versión interpretada en este concierto fue creada por su hermano Ramón, tras la prematura muerte de José María Usandizaga en 1915. No contiene diálogos hablados y se estrenó en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona el 14 de diciembre de 1929.
Teatro de la zarzuela
Tomás Bretón nació en Salamanca el 29 de diciembre de 1850. Completó sus estudios musicales en la Escuela de Bellas Artes de su ciudad natal, donde se ganó la vida tocando en pequeñas orquestas provinciales, teatros e iglesias. A los 16 años se trasladó a Madrid, donde tocó en orquestas de teatros de zarzuela. También comenzó sus estudios en el Real Conservatorio con
La Dolores. Tras su muerte, su extensa producción fue generalmente olvidada. Su carrera abarcó la mayoría de las áreas musicales del periodo de la Restauración (1875-1923): Director del Conservatorio, reputado director de orquesta, compositor de óperas, zarzuelas, música sinfónica y de cámara.
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Todo esto sería una cuestión bastante menor, si no repercutiera directamente en la eficacia y excelencia de un plato tan sabroso como el que se nos presenta. También compromete la recepción, tanto futura como presente, de una obra de tal universalidad que apela a las emociones de todos los espíritus sensibles y que, por tanto, -estoy seguro- merecería un lugar de honor en el repertorio de cualquier gran teatro de ópera. Afortunadamente, en esta ocasión, a pesar de algunos momentos de inestabilidad, hubo demasiadas cosas buenas para que estos impedimentos hundieran el barco.
Nancy Fabiola Herrera estuvo magistral en todos los sentidos, en una interpretación que desde el principio imprimió a su personaje un carisma abrumador. Su contundente Cecilia, puro en mano, como una Carmen desgastada y alienada, será imposible de olvidar. Carmen Romeu, que en las últimas temporadas se ha confirmado por derecho propio como una diva esencial de la casa, la reflejó con hábil dedicación, encarnando el personaje de Lina, enormemente rico y atractivo. Ciertamente, los exigentes y complicados momentos vocales del papel parecen estar al límite de su tesitura actual, lo que no le impidió desplegar una línea fina y lírica en la ‘Canción de primavera’, demostrando también sus cualidades en los momentos más dramáticos del último acto. También debo mencionar especialmente, para mi sorpresa, los fantásticos gestos desplegados en las dos pantomimas, que sus creadores difícilmente podrían imaginar mejor realizados.