Narciso y eco escultura

narciso caravaggio

Esta obra de arte muestra la historia de Narciso y Eco. Como hemos leído en el Libro III de las Metamorfosis de Ovidio, las historias entrelazadas de Narciso y Eco terminan en muertes y transformaciones trágicas. Narciso murió porque se enamoró de sí mismo, y Eco murió porque se enamoró de Narciso, pero él no le correspondió (Metamorfosis 152). Ambos se marchitaron en la desesperación, con Narciso transformándose en una flor, y Eco transformándose en sólo una voz que estaba destinada a repetir siempre la última palabra o frase que escuchó. En este cuadro, Eco está mirando a Narciso, pero éste no le presta ninguna atención, ya que está completamente embelesado nada más que con él mismo. ¿Qué te parece?

El arte tiene un gran significado en relación con el mito. Un gran rasgo del arte es que, como el mito, cuenta una historia. Los mitos, especialmente los de Ovidio, son descriptivamente apasionados y canalizan mucha emoción. Ovidio es un poeta muy visual y sus mitos casi necesitan ser representados pictóricamente porque están muy bien escritos (“La mitología clásica en el arte” 1). El arte tiene muchas de estas mismas cualidades. Es dolorosamente claro lo bien que John William Waterhouse saca a relucir la emoción de estos dos personajes. Narciso está completamente embelesado por su propio reflejo, ya que estaba destinado a vivir hasta una vejez madura si nunca se conocía a sí mismo, lo que obviamente no ocurrió (Metamorfosis 149). Eco, en cambio, lo mira con un anhelo desesperado, ya que él había rechazado y despreciado su declaración de amor. Cuando se observan los cuadros de la mitología griega, si se conocen los mitos que los sustentan, es muy fácil situar la historia en el cuadro y saber exactamente lo que ocurre en la obra de arte. La mitología clásica sigue influyendo en el uso de la imaginación creativa.

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La historia de Eco y Narciso proviene de la mitología griega y cuenta el amor de Eco, una ninfa del bosque, por un joven hermoso, Narciso.    Por desgracia para Eco, aunque muchos amaban a Narciso, que disfrutaba de la atención, los elogios y la envidia, él, en cambio, no amaba a nadie, considerando a todos sus “adoradores” indignos de él.    Después de que Eco muriera de un corazón roto, Narciso siguió atrayendo a muchas ninfas a las que agasajó brevemente antes de despreciarlas y rechazarlas.    Los dioses se enfadaron por su comportamiento y lo maldijeron, e hicieron que sólo hubiera una a la que pudiera amar, alguien que no era real y que nunca podría corresponderle.

Un día, mientras caminaba por el bosque, Narciso se encontró con un estanque de agua.    Miró en él y vislumbró lo que creía que era un hermoso espíritu del agua, pero en realidad era su propio reflejo.    Se inclinó para besar la imagen que imitaba sus acciones.    Metió la mano en el estanque para tocar el espíritu, pero, por supuesto, la imagen se destruyó.    Cuando el agua se asentó, la imagen reapareció para ser destruida de nuevo cada vez que tocaba la superficie del agua.      Narciso sólo pudo permanecer junto al estanque contemplando los ojos de su amada visión.

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Aquí el artista capturó un momento del Eco y Narciso de Ovidio, una conocida fábula sobre un hermoso joven llamado Narciso. Hombres y mujeres se enamoraban de su belleza, pero Narciso no les devolvía el cariño. Entonces, un profeta ciego, Teiresias, predijo que Narciso viviría hasta una edad avanzada si no se encontraba con su propio reflejo. En contra del título de la historia e incluso de esta misma composición, en la historia de Ovidio Eco es realmente un personaje terciario, que no tiene ningún efecto en la causalidad del destino de Narciso. Es sólo una ninfa, enamorada de un hermoso muchacho. ¿Cómo se encuentra entonces Narciso en el fatídico estanque hipnotizado por su reflejo? Ovidio nos cuenta que Ameinias, un muchacho que estaba perdidamente enamorado de Narciso, rogó a los dioses que vengasen su amor sin respuesta.

Una diosa vengativa, Némesis, escuchó su plegaria y condujo a Narciso al estanque donde “ni los pastores ni las cabras que cuidaban en la ladera bebieron jamás de él, ni ningún otro animal del rebaño. Ni los pájaros ni las bestias lo perturbaban…”.  Allí, mientras Eco observaba, sin poder hablar con su amada, Narciso cumplió la profecía y vio su reflejo. Se tumbó en la hierba, incapaz de separarse de la fugaz belleza de su propio rostro. Pronto esta incapacidad de tocar, de conectar, de sentir el amor del objeto inmaterial de su afecto, Narciso comenzó a enloquecer. Eco, incapaz de pronunciar palabras propias, repitió las últimas palabras de Narciso con su propia voz. En su locura, Narciso se golpeó el pecho hasta morir. Mientras se prepara la pira, el cuerpo de Narciso desaparece. En su lugar aparece una hermosa flor: un Narciso.

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Eco y NarcisoWAG 2967En pantallaInformaciónNarciso era el hijo del dios del río Cefiso y de la ninfa Liria. Era deseado por hombres y mujeres debido a su belleza juvenil. Un admirador era el joven Aminias. Este profesó su amor por Narciso, pero fue rechazado por él. Más tarde, Aminias se suicidó de pena y rabia, rogando a los dioses que dieran una lección a Narciso. Ellos idearon la venganza definitiva.

Un día, poco después, se dice que Narciso se encontró con un estanque en el bosque. Cuando se inclinó para beber, vio la figura más hermosa en el reflejo del agua. Se enamoró al instante de la joven, sin darse cuenta de que era su propio reflejo. Al final, Narciso muere de pena en la orilla del estanque, mirando con nostalgia su propio reflejo, desconsolado porque su amor no puede ser correspondido por su reflejo.

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